Transiciones y deseos





          Existen diferentes metas que el hombre adopta a lo largo de la vida. Cada una de éstas, de una manera u otra, refleja nuestro estado de conciencia, mostrando así la calidad de aprecio que podemos tener hacia el medio ambiente, hacia nosotros mismos, y hacia el amor que Dios ha depositado en nuestro corazón, el cual siempre busca su propio origen.


          Es natural ir adoptando metas relativas a las diferentes etapas y necesidades de la vida, por ejemplo, las metas o anhelos que podemos adoptar en la niñez, suelen ser muy diferentes a los deseos que se manifiestan en la etapa de la adolescencia, o los que pueden manifestarse en un adulto o en un anciano. Así mismo nuestros deseos y metas se suelen ir transformando con el desarrollo de la vida, pero es antinatural, comprendiendo que somos almas espirituales y eternas, darles una total importancia y atención a estas metas temporales como si esto constituyera nuestro máximo objetivo en la vida. El hecho de  darle una importancia exclusiva a los deseos pasajeros, estaría limitando nuestro desarrollo y libertad interior.


          Los maestros espirituales genuinos, así como también las escrituras sagradas, nos enseñan que debemos buscar y concentrarnos prioritariamente en la meta más esencial de nuestra existencia, en ese anhelo que yace en lo más profundo de nuestro corazón y que no es relativo, es decir que no está sujeto o es alterado por el desarrollo de las actividades y necesidades de la vida. Esta meta a la que los grandes maestros se refieren, la cual refleja la necesidad más grande de todas las entidades vivientes, y al mismo tiempo tiene la capacidad de armonizar todas las carencias, se conoce como AMOR DIVINO.


          Esto se refiere a un amor que no es mundano, que es eterno, que nunca disminuye y siempre aumenta, que tiene la virtud de embellecer y darle valor sustancial a todas nuestras metas temporales, que se alimenta de un optimismo trascendental, que es desinteresado, y que con gran fervor busca complacer la voluntad de Dios.


          El hecho de mantener nuestro anhelo por obtener amor divino situando a éste por encima de todas las propuestas temporales, nos ayudará a atravesar con mayor facilidad las adversidades que puedan presentarse en la vida. Así descubriremos que dichas adversidades son aparentes, que solo es la sombra del amor que trae consigo una generosa invitación, a veces disfrazada de dolor, pero que en ultima instancia viene a ofrecernos la posibilidad de aumentar nuestro anhelo divino, la posibilidad de comprender que lo único que sana verdaderamente al dolor es el amor, y que sin amor, tanto el poder, la fortuna, los éxitos, la belleza o los grandes talentos carecen de valor. En la medida que nuestro deseo por obtener amor divino aumente en nuestro corazón, gozaremos de salud espiritual y de la plenitud de uno mismo.




Swami Bv. Giri
Vrindavan – India – Marzo 2012